El carruaje avanzaba
con lentitud por los caminos cubiertos de lodo. Las últimas lluvias convertían
cualquier desplazamiento en toda una hazaña. Las condiciones del trayecto no
parecieron importar al señor de Aguasdulces cuando expulsó a Petyr de allí. Quería
perderlo de vista cuanto antes tras todo lo ocurrido. El muchacho viajaba solo,
con un pequeño fardo y una bolsa llena de dragones de oro que había acumulado
durante casi nueve años, los que estuvo de pupilo de Lord Hoster Tully. Ésas
eran sus únicas pertenencias. No poseía ningún objeto que le recordara a Cat.
Hubiera dado todo su dinero por conservar aquellos cabellos rojizos que
encontró en su cama, mientras estaba convaleciente por las heridas recibidas en
el duelo. Era la prueba de que su amada estuvo con él en el lecho, le entregó
su virtud, incluso era posible que lo amara. Y se iba a casar con otro. Se
mordió el labio para no llorar, no quería ser débil otra vez.
Un
bache lo hizo caer al suelo del miserable vehículo. Las monedas se esparcieron
y él las recogió con desgana. ¿Para qué quería ese dinero si no tenía lo que
más le importaba? Volvió a sentarse y se tocó el pecho aún sensible. Ahí estaba
la cicatriz que Brandon Stark le había dejado tras el ridículo duelo en el que
se habían enfrentado por el amor de Cat. Había sido un loco, un tonto, pero
juró no volver a ser así una vez que abandonó Aguasdulces. El problema estaba
en que regresaba a Los Dedos, su lugar de origen, un sitio pequeño del que iba
a ser muy difícil salir. Había desperdiciado su única oportunidad de prosperar
por todo lo ocurrido con Cat. Sentía que era un exiliado. Ahora que dejaba
Aguasdulces, se daba cuenta de que aquél era su verdadero hogar. Apenas
recordaba a su padre, y su madre murió al poco de su nacimiento. Temía la reacción
de su progenitor a su llegada.
El
viaje duraba ya dos semanas durante las cuales Petyr intentó trazar algún plan
sobre lo que hacer en Los Dedos. Pero era imposible concentrarse. Sólo pensaba
en Catelyn, en su despedida, en el primer beso que le dio en el Bosque de
Dioses, en su doncella de nieve… Lysa apenas aparecía en sus pensamientos,
aunque saber que la muchacha lo quería apasionadamente no le disgustaba,
incluso disfrutó de su encuentro íntimo con ella. Sonrió al recordar el juego
de los besos que Lysa inventó para robarle los suyos y se echó una hoja de
menta a la boca. En ocasiones notaba el sabor de la leche de la amapola que el
maestre Vyman le estuvo dando para tenerlo sedado y necesitaba masticar esa
planta para borrar el doloroso recuerdo.
El
carruaje entraba ya en la fortaleza de Los Dedos. No era precisamente una
construcción elegante ni colosal, sino todo lo contrario. Petyr se deprimió
ante su visión. ¿Qué iba a hacer allí, con quién hablaría y de qué? Aquello era
una especie de submundo de miseria, totalmente desconocido para él. Ya era casi
de noche y unas pocas antorchas iluminaban el lugar. El vehículo paró y el
muchacho se apeó del mismo. Nadie esperando el regreso del hijo de Elían
Baelish al hogar. Más tristeza vino a asentarse en su corazón, pero se tragó su
orgullo y levantó la cabeza con decisión. «No es momento de derrotismos. Me
juré que nadie más me aplastaría. Soy Petyr Baelish y valgo tanto como
cualquiera de esos grandes señores que me han despreciado.»
Cuando
entraba en el edificio, un hombre se le acercó. No lo reconoció, pero él lo
llamó por su nombre. «Petyr, soy yo, tu padre.» El muchacho se quedó parado sin
saber qué hacer. ¿Debía abrazarlo? No sentía nada por aquel desconocido que lo
mandó con seis años a Aguasdulces. Su padre tampoco fue muy afable. Tras
presentarse, lo tomó del brazo y casi lo arrastró a una sala oscura y
pobremente decorada, con un mobiliario escaso y poco refinado. Le puso las
manos en los hombros y lo obligó a sentarse. Petyr estaba asustado, no sabía
qué iba a ocurrir. Sin más preámbulos, Elían Baelish comenzó a gritarle un
discurso sobre el deshonor, la vergüenza y la desgracia que había traído a la
familia su comportamiento. El chico no oía nada más que un galimatías saliendo
de la boca de aquel hombre pequeño, canoso y arrugado. Asentía sin saber si era
lo adecuado mientras su mente estaba visualizando a Cat, sonriéndole con
malicia, burlándose de su desgracia, al tiempo que abrazaba a Brandon Stark.
¿La odiaba? No sabría decirlo. De una forma u otra, ella era la culpable de
todo, pero él no era capaz de sentir nada malo hacia la joven. Sus sentimientos
eran encontrados: resentimiento, tristeza, amor, odio, deseos de venganza…
Estaba hecho un lío. Tenía que sacar de su cabeza a Cat, era una pérdida de
tiempo seguir obsesionado con ella. Iba a casarse y se marcharía a Invernalia
con su marido. Nunca más la volvería a ver. Aun así, le quedaba un último
recurso: le enviaría una carta.
Su
padre seguía con el discurso y él bajó la cabeza, aparentando sumisión, pero ya
empezaba a aborrecer su presencia. Cuando él fuera el señor de Los Dedos, iba a
sacar a la región del abandono en la que se encontraba. Ser vasallo del Valle
de Arryn no significaba vivir sometidos y pobres.
Cuando
Elían finalizó, salió de la estancia y lo dejó solo para que reflexionara sobre
todo lo que le había dicho. Petyr no había escuchado absolutamente nada, sólo
había estado rumiando sus pensamientos sobre qué iba a hacer a partir de ese
momento. Lo primero era escribir la carta a Cat. Ahora bien, ¿qué decirle?
Debía ser claro en su exposición. Declararle su amor era una tontería, puesto
que ella ya conocía sus sentimientos. Tendría que esperar a estar más
tranquilo, porque escribir en caliente le haría decir cosas que no deseaba.
Un
sirviente entró y le pidió permiso para acompañarlo a su habitación. Petyr lo
siguió arrastrando los pies por el agotamiento de los días de viaje. Al llegar
al dormitorio, se tiró sobre la cama vestido. A pesar de todo lo que se había
prometido a sí mismo, desahogó la enorme presión que tenía en el pecho llorando
con rabia y amortiguando sus gemidos contra la almohada para que nadie lo oyera.
Se quedó durmiendo con los ojos llenos de lágrimas y la imagen de Cat en su
cabeza.
Pinta muy bien ^^. La verdad es que no sé nada de la historia de Meñique en este periodo y será interesante descubrir por donde lo llevas =)
ResponderEliminarEspero que guste. Aquí he echado mano de imaginación y he metido personajes nuevos ;)
EliminarEl comienzo del vuelo ^^
ResponderEliminarEspero que no se estrelle e.e
EliminarLo que hace el amor... lees estos capítulos y te da pena, pero luego lo ves en la actualidad y hasta infunde miedo. El amor es mu malo e.e
ResponderEliminarPinta muy bien, tengo ganas de más :3
Hasta Petyr tiene sentimientos... El amor es muy malo, pero el amor no correspondido, claro u.u
EliminarNo puedo ver a Petyr como el malo, hemos ido conociendo más de él y creo que se ganó nuestro corazón, espero le vaya bien en esta etapa, pero como van las cosas ahora no se ve el agua muy clara, saluditos.
EliminarHay precioso meñique, vaya que la está pasando mal, me encanta el Petyr joven, la verdad su historia es triste, tuvo la mala suerte de enamorarse de quien no estaba a su alcance, pero esa experiencia lo marco, de aquí en más el no se dejará pisotear por nadie.
ResponderEliminarMe fascina la historia, gracias por escribir Athena, besotes y a seguir con la inspiración.
Vamos a ver qué le pasa ahora en Los Dedos, un lugar triste y pobre... :)
EliminarVaya recibimiento familiar lleno de amor #SarcasmoModoON viene de ser rechazado y herido, además de la manera que lo fue y se encuentra esto, cómo no se va a hacer psicópata la criatura. Me gusta me gusta me gusta. Me voy a por el capítulo uno. Emocionada.
ResponderEliminarCristina :)
Jajaja, la verdad es que sí. Expulsado de Aguasdulces y recibido tan "amorosamente" en Los Dedos. Da hasta pena.
EliminarGracias por comentar :)