PRIMERA PARTE. EL ALA HERIDA. Capítulo 1

Petyr se despertó muy temprano, como cada mañana. Intentaba seguir la rutina de horarios que llevaba en Aguasdulces, pero sólo la cumplía en cuanto a la hora de levantarse. Allí no estaba Lysa para acompañarlo en sus travesuras, ni Cat para reñírselas. De todas formas ya no era un crío. Tenía casi dieciséis años, una cicatriz en el pecho y el corazón roto. Hacía casi un mes que había vuelto a Los Dedos y su vida era pasar el día encerrado en una habitación estudiando. Al menos pudo sacarle a su padre la promesa de que lo proveería de libros sobre cómo administrar un señorío. Apenas veía la luz del sol, empapándose de conocimientos económicos. Las horas de estudio alejaban su mente de Aguasdulces y de Cat. Pero ese día decidió bajar un rato a tomar un poco el sol, ya que había observado que cada vez estaba más pálido y tenía un aspecto enfermizo, lo que le recordaba a su convalecencia tras el duelo con Brandon Stark.

            Se dirigía al patio interior del edificio leyendo uno de sus libros cuando alguien pasó a su lado, golpeándole ligeramente en el hombro y haciéndole perder el equilibrio. Petyr levantó la cabeza y vio la espalda de un muchacho delgado, un poco más alto que él, que se alejaba hacia uno de los establos con un balde en cada brazo. «Eh, tú, ¿no sabes lo que es la educación?» El chico se volvió con la cabeza baja mientras dejaba los cubos en el suelo. Tenía el pelo castaño oscuro y lo llevaba corto por la nuca. Varios mechones le caían hacia el rostro, ocultándolo. «Disculpad, señor, no os vi.» Petyr se acercó a él con aire digno. «¿Es posible que no sepas quién soy?» Se dejaba ver tan poco que lo más probable fuera que, en efecto, el chico desconociera su identidad. «Os ruego que me perdonéis, mi señor Baelish», contestó. Petyr se sorprendió gratamente al ser reconocido y cambió el tono de voz por uno menos autoritario. «Bueno, la próxima vez anda con más cuidado. Has estado a punto de tirar mi libro al suelo.» En ese momento alguien gritó: «¡Rashara! ¿Qué haces ahí parloteando? ¡Ven para acá de una vez con esos cubos!» El muchacho levantó la cabeza y miró a Petyr, sonriéndole. ¡Era una chica! Cogió los baldes, se volvió y entró en los establos sin mirar hacia atrás. Petyr se quedó clavado en el mismo lugar durante unos minutos, sorprendido por la confusión que había sufrido. ¿Qué hacía una muchacha trabajando como mozo de cuadras?