Petyr la estaba evitando. Hacía cuatro
días que no aparecía por las cuadras para pedirle un caballo. ¿Qué hizo mal en
el bosque? Fue él el que quiso coger la espada, pero fue empuñarla y empezar a
temblar. Rashara le daba muchas vueltas a las razones que llevaron a Petyr a
salir corriendo y no daba con ninguna que tuviera lógica. Además ¿qué sabía de
él? Absolutamente nada. ¿Tendría su reacción algo que ver con su pasado antes
de volver a Los Dedos? Él no parecía dispuesto a contarle nada y ella no veía
la manera de sacarle información.
Envió
a uno de sus compañeros de la cuadra a la casa con un mensaje. «Dile al hijo de
Lord Baelish si hoy va a querer montar a caballo, porque hay uno de su gusto
que está libre.» Esperaba que Petyr entendiera el doble sentido. Estaba
nerviosa mientras que aguardaba la respuesta. El mozo volvió unos minutos
después. «Me ha dicho el señor que sí, que vayas preparando la montura.»
Rashara tuvo que ahogar una risa de placer. ¡No estaba enfadado con ella!
Respiró hondo y empezó a colocar los aparejos sobre la yegua que le dio el día
que se conocieron. Seguro que él agradecía el gesto.
Petyr
tardó media hora en aparecer. Tal y como tenían acordado, no se dijeron nada
que dejara traslucir su acuerdo secreto. Rashara sacó la yegua al patio y ayudó
al muchacho a montar. Después volvió al establo y siguió con su tarea. Cuando
terminó, tomó un caballo y fue hacia el bosque.
El
chico estaba esperándola con los pergaminos en la mano y masticando hojas de
menta. Rashara desmontó y se acercó a él. «¿Has estado enfadado conmigo?» Él
negó con la cabeza. «No, tú no tienes culpa de nada. Es sólo cosa mía.» Ella notó que no le iba a sacar mucho más. Se sentó a su lado. «¿Por qué estás
siempre masticando hojas de menta? ¿Es que estás enfermo o algo así?» Petyr
bajó la cabeza pestañeando lentamente, al tiempo que sonreía. “Es una costumbre
que tengo desde hace un tiempo.» Le ofreció unas hojas. Rashara se las echó a
la boca y empezó a masticarlas. «Bueno, no están mal y te dejan un aliento
fresco. Seguro que todas las damas importantes tienen un aliento de menta.» «Estás equivocada. Lysa siempre decía que las damas tenían sabor a fresa en sus
bocas.» La muchacha se sobresaltó. ¿Había dicho Petyr un nombre de chica? Ahí
estaba la punta del hilo del que tirar para saber algo más de él. «¿Quién es
Lysa?» El muchacho se puso serio. «Nadie… Bueno, fue amiga mía durante años.»
¿Qué clase de respuesta era ésa? ¿Era nadie o era una amiga? Petyr se cerró en
banda y cambió de tema. Tomó el pergamino e hizo que Rashara leyera lo que él
había escrito y lo copiara después. No volvió a hablar de nada personal el resto del tiempo.
Después
de la clase, regresaron al castillo y se separaron cordialmente antes de entrar
para que nadie los viera juntos. Petyr no aparentaba estar enfadado, pero
Rashara no sabía a qué atenerse con él. Primero fue lo de la espada y después
lo de esa chica, Lysa. Qué difícil era tratar con ese muchacho extraño. Fue
Petyr el que buscó su compañía, no ella. ¿Qué quería realmente? A lo mejor la
estaba utilizando para propósitos que desconocía. Siempre le estaba preguntado
cosas sobre Desembarco del Rey. ¿Sería Lysa de allí? No, qué tontería. Si tanto
interés tenía en la capital era porque nunca habría estado en ella. ¿Dónde
había vivido antes de volver a Los Dedos? Eso era lo que más la intrigaba.
Iba
concentrada en sus pensamientos cuando llegó a su casa. Ryene la esperaba para
comer. Charlaron de cosas sin importancia y su madre le hacía preguntas a las
cuales la muchacha respondía con monosílabos. «Rashara, estás como ausente.
¿Pasa algo?» «No, no, es que estoy agotada de limpiar los establos. Esos
animales ensucian más que comen, jajaja.» Ryene no quedó convencida por la
respuesta, era difícil engañar a su madre. «El brillo de tus ojos no indica
precisamente cansancio. Dime qué te pasa. Me preocupo por ti.» Rashara no tenía
respuesta, ni ella misma era capaz de explicarse. Además, si le contaba a su
madre que andaba por ahí con Petyr se enfadaría. «Bueno, hay un chico de los
establos que…» Era una mentira a medias, porque ese chico existía y se llamaba
Arty, un mozo que parecía ir detrás de ella. Ryene se puso alerta. «Tranquila, madre, no es lo que piensas. Él está
interesado en mí, pero yo en él no.” «Hija mía, debería haberte hablado de todo
esto mucho antes. Sabes que yo te tuve con dieciséis años ¿no? Era sólo una
cría…» Rashara se sentía incómoda porque su madre nunca le había contado nada
sobre su vida ni sobre su padre. Lo único que sabía era que él murió al poco de
que ella naciera. «¿Nunca te has preguntado por qué no te hablo de tu padre?»
La muchacha se puso tensa. La verdad era que ella tampoco había preguntado
sobre él, era una especie de tema prohibido, un tabú entre madre e hija. Reyne
seguía hablando. «¿No quieres saber por qué salimos de Dorne y nunca más
volvimos?» ¿Quería saberlo? Intuía que se iba a enterar de algo que no le iba a
agradar. «No. De momento prefiero permanecer en la ignorancia. Soy feliz
aquí, contigo. No necesito nada más.» Ryene parecía decepcionada con su
reacción. «Perdóname, madre. Voy a echarme un poco. Realmente estoy cansada.»
Oh, toughtful Rashara... she really likes Petyr, but he is still in Riverrun with his mind...
ResponderEliminarmaybe one day he could really like Rashara...hope.
Dora.
You will see :)
EliminarOye, Rashara a lo mejor no quería saber nada de su padre pero yo sí!
ResponderEliminarY ya se nota como ella y Petyr van confiando más el uno en el otro, aunque sea muy poquito.
Jejeje, me estoy volviendo un poco como Martin, dejando cosas caer sin decir nada e.e
EliminarLa relación de Petyr y Rashara va aumentando y está muy, muy bien. Me encantan esos dos.Y ahora tengo mucha curiosidad por saber quién es el padre de Rashara. Lo seguro es que es de Dorne....
ResponderEliminarA esperar el próximo.
Julia Stark
Me alegro de que esté interesando la relación entre los dos. Es muy importante para mí. :3
EliminarRashara me ha dejado con la duda... de quién es hija????... tantas intrigas... me matan!!!
ResponderEliminarXim a Cuerda
El plante de la chavala me ha encantado, a veces hay que estar cómodo en el no saber, una lección de humildad. Voy a ponerme al día ;)
ResponderEliminarCristina